Las dos caras de una moneda: ahorro o consumo responsable¡Hola, cazadividendos! Cuando se habla de ahorro normalmente más de uno tuerce el morro. Esto es así porque la mayoría de gente suele relacionar el ahorro con renunciar a cosas que te gustan o a diferir el disfrute a un futuro que no sabes si llegará. Ya sabes, las típicas frases «no quiero ser el más rico del cementerio» o «a vivir que son dos días». En mi opinión esto no es más que entender mal el significado de ahorrar, que no es otro reservar parte de los ingresos para necesidades futuras. En ningún sitio pone que haya que renunciar a vivir bien o a gastar (o invertir) parte de tu dinero en aquellas cosas que te hacen feliz o te producen satisfacción. Pero la gente relaciona ahorro con renuncia. Por eso a mi me gusta hablar de consumo responsable. Si consumes responsablemente inevitablemente ahorrarás, pero no será una consecuencia de dejar de hacer cosas que te gustan (o por lo menos no todas las cosas que te gustan) sino de optimizar en qué gastas tu dinero.

¿A que visto de esta manera parece incluso una idea atractiva? Pues empieza a ver el ahorro en términos de consumo responsable. Sé que en una sociedad eminentemente consumista esto no es muy popular, pero es que el camino que hemos escogido, la independencia financiera, tampoco lo es. Así que entiendo que esto no te preocupará demasiado.

Pero empecemos por el principio.

¿Qué es el consumo responsable?

El consumo responsable defiende que las personas deben cambiar sus hábitos de consumo ajustándolos a sus necesidades reales y a las de su entorno. Nosotros nos centraremos en las necesidades reales del individuo y de su familia, pero el concepto también tiene implicaciones en la salud del planeta, el medio ambiente, la justicia social, el comercio justo, etc… Es decir, consumir responsablemente también se relaciona con no contaminar, ser respetuoso con el medio ambiente o comprar productos cuyos beneficios van casi en su totalidad a la gente que los produce, que suelen ser el último eslabón de la cadena de intermediarios y suelen recibir una ínfima parte.

Centrando un poco el tema, ¿qué entendemos por consumo responsable nosotros? Pues consumir productos como respuesta a como mínimo uno de los siguientes tres motivos:

  • Lo necesito.
  • Me produce satisfacción o felicidad.
  • Lo uso.

Me dirás: es que todos los gastos responden a uno de estos motivos. No, no es verdad. Gastamos mucho dinero en cosas que no necesitamos, cosas que no usamos y cosas que no nos producen ni satisfacción ni felicidad. Y lo ideal es justo lo contrario, gastar dinero en cosas que necesitas, usas y te hacen feliz.

Esto tiene trampa, porque las ideas de necesitar o hacer feliz son bastante elásticas. Por eso, la idea de uso suele ser bastante definitiva a la hora de decidir si compras un producto o contratas un servicio. Veámoslo con ejemplos:

  • Los suministros de agua, luz, gas, teléfono, etc… ¿Los necesitas? Sí. ¿Los usas? Sí. Pues hay que contratarlos. Pero si entramos en profundidad en las facturas igual hay servicios que no utilizamos, como la identificación de llamadas del teléfono fijo (que casi no usamos porque normalmente llamamos con el móvil) por el que pago un euro al mes o el servicio de mantenimiento asociado a la factura de la electricidad, que cuesta 90 euros al año, lo tengo contratado desde hace tres años y no he utilizado nunca.
  • Un coche de gama alta. ¿Lo necesitas? Sí, tener coche te da flexibilidad y te permite hacer cosas que en transporte público sería más complicado. ¿Te produce felicidad? Sí, un buen coche me gusta y además me da prestigio social, cosa que para mi es importante. ¿Lo usas? Hombre, lo utilizo de vez en cuando, pero el grueso del uso es en las vacaciones porque en ciudad me muevo con transporte público.
  • El carrito del niño. ¿Lo necesitas? Sí, por supuesto. ¿Te produce felicidad? Ninguna, mientras funcione me da igual que sea de una marca u otra. ¿Lo usarás? Sí, constantemente y hasta que el niño tenga como mínimo tres o cuatro años. Tu hermana te ha ofrecido el carrito de su hija, que ya no necesitará.

Fíjate que cada uno de estos gastos implica una decisión. No hay una respuesta  buena y dependiendo de cada persona, la decisión se decantará hacia comprar o no comprar.

Fíjate también que en algunos de estos gastos hay un componente social importante. No es lo mismo tener un coche de gama alta que no tenerlo, o utilizar un carrito para el niño de marca que reaprovechar el que te deja tu hermana. Incluso quitar el identificador de llamadas del fijo puede hacerte quedar como un cutre cuando alguien te llama y no queda registrado quién ha sido, aunque realmente no te aporte nada en la mayoría de casos. ¿Vale la pena pagar doce euros al año o por doce euros prefiero saber quién me llamó esa vez? Recuerda, la mayoría de gente te llama al móvil, y los que no lo hacen y te llaman a casa, si no te encuentran, acaban llamándote también al móvil.

Por supuesto, puedes contestar siempre que comprar te hace feliz o te produce satisfacción, pero doy por hecho que los buscadores de independencia financiera somos personas analíticas, calculadoras, que son capaces de ir contracorriente y que se preocupan por su futuro un poco más que la media de la población. Cuanto más franco seas contigo mismo y más impermeable seas a la influencia de tu entorno, más veces contestarás no a la mayoría de preguntas y más veces te ahorrarás ese gasto.


Pero… ¡Cuidado! También corres el peligro contrario: pasarte de frenada y dejar de consumir escudándote en un falso «no lo necesito», un engañoso «no lo uso» o un equivocado «no me hace feliz».

Por eso, lo más importante es entrenar tu habilidad para decidir si necesitas algo, si realmente lo usarás o si te producirá felicidad. Porque es una habilidad que irás mejorando con el tiempo y llegará un momento en que será algo automático, como cambiar de marcha el coche sin pensar o como ponerte las gafas al despertarte.

¿Cómo consumir responsablemente? Pues con sentido común y con varias reglas generales que debes conocer.

Evita el consumismo social

El típico consejo general muy fácil de decir y muy complicado de llevar a la práctica. La regla general es que tú tienes que decidir en qué te gastas tu dinero y siempre respondiendo a las tres preguntas que comentábamos antes: ¿lo necesito? ¿lo usaré? ¿me producirá felicidad o satisfacción?

Fíjate que en estas preguntas no aparece el entorno y serás tú el que les des la importancia que quieras.

  • Comprar una camisa. Si tienes muchas, no necesitas otra y aún así la compras igual lo haces para demostrar a tu entorno que tienes un vestuario muy amplio y la vida te va muy bien.
  • Cambiarte de coche. Si funciona bien, no te da problemas y no necesitas uno más grande, y aún así piensas en cambiarlo es posible que sea sólo porque tus amigos acaban de comprar uno nuevo.
  • Comprarte el nuevo móvil de gama alta. Si el tuyo cumple su función a la perfección y está en buen estado, igual te planteas cambiarlo simplemente por una cuestión de imagen.

Tu capacidad para separarte de la influencia de tu entorno social, del influjo de los medios de comunicación, del consumismo generalizado reinante y de las ideas preconcebidas acerca de la felicidad y el dinero, será la marque de manera muy determinante tu manera de consumir.

Quédate con esta idea: eres tú el que debes decidir en qué gastas tu dinero. Tú, no tú vecino. Tú, no la televisión, Tú, no los padres de los amigos de tu hijo. Tú, no tu compañero de trabajo. Y cuanto más racionalices tus decisiones de compra con esas tres preguntas más responsable será tu consumo y más tiempo y dinero podrás dedicar a lo realmente importante.

Gasta para ahorrar

Seguro que has oido decir a tus abuelos frases con tanta experiencia acumulada como «lo barato sale caro» o «el dinero del pobre va dos veces al mercado». En el fondo lo que te diceyn es que para ahorrar no necesariamente hay que gastar poco dinero, que el ahorro puede estar escondido tras un gasto mayor y que invertir en productos y servicios de calidad a la larga puede ser un ahorro.

Otra  vez… ¡Cuidado! No se trata de comprarlo todo de la mejor calidad porque la mejor calidad a veces no es necesario, pero hay productos en los que realmente vale la pena. También hay que tener en cuenta que subir un escaloncito de calidad implica normalmente un aumento de precio, pero que a medida que vas subiendo el aumento de precio es mucho mayor que la calidad obtienes a cambio.

Hay muchos ejemplos de esto. Cambiar de un móvil malo a uno medio incrementa un poco el precio, pero subir a uno de gama alta lo dispara. Con los coches lo mismo. Pasar de un SEAT a un Volskswagen tiene un coste, pero pasar a un Audi tiene un coste mucho mayor y no proporcional a la calidad que obtienes en este último salto. Por eso, en cada caso hay que valorar hasta donde llegas. Si siempre compras la máxima calidad, tu presupuestos se verá afectado, así que lo lógico es decidir en qué productos vale la pena y en cuáles no.

Invierte para ahorrar


Hay veces en que vale la pena hacer un desembolso inicial fuerte para luego evitar un gasto recurrente. Ejemplos claros de esto serían:

  • Comprar una bicicleta estática, una máquina de remo o un equipo de pesas para hacer deporte en casa y evitarte la cuota del gimnasio.
  • Comprar un lector de libros electrónicos para ahorrar luego al comprar e-books en vez de libros en papel.
  • Una máquina envasadora para poder comprar productos frescos en cantidades grandes y, en consecuencia, más baratos.
  • Comprar una bicicleta plegable para no gastar en transporte público.

En este tipo de gastos hay que tener especial cuidado en la calidad de los productos. De nada sirve gastarte el dinero si luego el producto se estropea o no te da el resultado esperado. Si la bicicleta estática hace ruido, el lector de libros se queda sin batería muy rápido, la comida se estropea porque la máquina envasadora deja aire o la bici plegable se desajusta cada dos por tres acabarás dejándolos y volviendo al gasto recurrente. Por eso, si tienes claro que utilizarás el producto durante mucho tiempo y que a la larga te supondrá un ahorro, no escatimes.

Recicla

Nunca he sido un gran fan del reciclaje. No me refiero al reciclaje de basura, que de ese sí que hacemos y de manera sistemática, sino a reutilizar productos que no son nuevos pero que  aún pueden cumplir su función. En general soy bastante reacio a comprar cosas de segunda mano. La razón es que creo que si cuestan menos es porque realmente aportan menos valor. Me podréis dar mil ejemplos que demuestren que no es así. El típico es el coche kilómetro cero 0 o de directivo, que vale no sé cuántos miles de euros menos que el nuevo y que sólo ha estado expuesto un par de meses en el concesionario o lo ha utilizado el jefe para hacerle 20.000 kilómetros de nada. La verdad es que no lo acabo de ver y siempre acabo tirando hacia lo nuevo.

¿Por qué no reciclar todo el mobiliario y complementos de un niño? El dinero no gastado se convertirá en ahorro adicional.El caso es que el nacimiento de nuestro hijo fue el desencadenante de una espiral recicladora inacabable. Por suerte, tanto la Sra. Cazadividendos como yo tenemos bastante familia, no directa pero sí muchos primos, y, como fuimos los últimos en tener críos, tenían muuuuucha ropa y trastos de sus niños almacenados en sus casa que estaban deseando dejarnos. Y nosotros lo aceptamos prácticamente todo, incluso por triplicado, porque así teníamos material para casa de los abuelos. Haciendo memoria… un carrito con las tres piezas (cuco, maxi-cosi y silla), tres cunas, dos colchones, tres moisés, dos hamacas, un cambiador-bañera, la silla para el coche, dos tronas, un sacaleches eléctrico, un esterilizador de biberones para el microondas, … Y si hablamos de ropita, aunque fue bastante menos porque los niños ya eran grandes y se habían desecho de la mayoría, nos dieron mucha ropa de cama y ropa para cuando fuese algo mayor.

¿Por qué no reaprovechar equipamiento que sólo utilizarás puntualmente durante un par de años, como una silla de coche? El dinero que non gastas se convertirá en ahorro adicionalHasta aquí bien. Yo encantado de haberme ahorrado dos mil o tres mil euros en un montón de muebles y complementos que en un año no me iban a servir para nada. Pero cuando explico esto a otra gente que pasa por lo mismo, me sorprende que muy poca gente quiere reaprovechar estas cosas, incluso aunque se las den gente muy cercana, como un hermano. A mi estas cosas me descolocan. Entiendo que no todo el mundo sea tan poco mirado con estas cosas como yo y que no reutilizar cosas de según qué gente, pero que no te sirva lo que te deja tu hermano… Lo más triste de todo esto, es que cuando la conversación va avanzando se acaba colando un «es que ella quiere lo mejor para su hijo» que al principio me molestaba mucho pero ahora me hace gracia. Precisamente una de las razones de consumir responsablemente, o en este caso reciclar, es que quiero lo mejor para mi hijo y quiero que viva lo mejor posible.


Pero no vale la pena intentar explicárselo, porque entraríamos en una discusión inacabable que no lleva a ningún sitio y además acabaríamos llevándolo a un terreno personal con frases del tipo «no mires tanto el dinero, hombre» o «si no te lo gastas en tu hijo ¿en quién te lo vas a gastar?»

El ejemplo de la ropa, complementos, juguetes y equipamiento paran niños es solamente eso: un ejemplo. Pero se puede aplicar a casi cualquier cosa, a productos para todas las edades y no tiene que ser necesariamente a coste cero. Es decir: puedes comprarlos. Como decía al principio, no soy un gran aficionado a reutilizar productos de otras personas, pero entiendo perfectamente que otros lo puedan hacer e incluso yo mismo lo hago con productos que no tienen mecanismos complejos (con lo que es difícil que se estropeen por el uso) y que no sé hasta qué punto utilizaré. Ejemplos serían un equipo de pesas, un armario para el garaje o un sofá cama que te dejan para poner en una habitación que tienes vacía y que puede salvarte en caso de invitados inesperados.

Enseña consumo responsable a tus niños

¿Por qué no optimizar los regalos de Cazadividendos Jr? Se convertirán en ahorro adicionalEste punto es muy importante. Todas las dificultades que te encontrarás tú para consumir responsablemente las van a encontrar tus hijos. En la escuela les transmitirán los mismos valores, no porque lo quieran hacer si no porque no conocen otros. Sus amigos les transmitirán que la felicidad está en el consumo, porque es lo que piensa la mayoría de gente. Y cuando te des cuenta te estarán pidiendo cosas no porque las necesiten sino porque todos sus amigos las tienes. Durante el año podrás educarlos en el consumo responsable y razonar con ellos sobre la conveniencia o no de comprar ciertas cosas, pero llegarán esas fechas en las que la sociedad nos dice que hay que regalar algo.

Hablo del cumpleaños, el santo, Navidad, Reyes, etc… Fechas en las que todo el mundo coincide en que hay que regalar algo y en las que te apetece regalarles algo. Hasta ahí bien. Pero los abuelos también querrán regalarle algo. Y los padrinos. Y tus hermanos. Y los amigos del cole….

Frenar todo esto es muy complicado, pero darle a un niño pequeño seis regalos de golpe tiene varias consecuencias negativas. La primera es que no será consciente del valor de las cosas. Si te caen muchos regalos sin más no disfrutas cada uno de ellos y lo más probable es que acabes descartando cinco y jugando sólo con el sexto.


La segunda, que seguro que tendrá regalos que le transmiten valores que no quieres para él. No tiene sentido que un niño se acostumbre a vivir rodeados de lujos pensados para personas mayores: un ordenador, una tablet, un móvil caro, etc… Cada edad tiene sus regalos adaptados y no tiene sentido optar por este tipo de regalos aunque todos sus amigos los tengan.

Y tercera, que se establece una especie de competición entre los abuelos y el resto de familiares cercanos para ver quién le hace el regalo más caro. Lo siento pero a mi me parece que es intentar ganarse el amor del niño mediante regalos y me parece bastante ridículo. No te va a querer más porque tu regalo sea más caro

Luchar contra todo esto es muy complicado pero hay que intentarlo. Todo el mundo sacará la retahíla de frases echas del tipo «déjale disfrutar que es un niño», «el dinero está para esto» o «si no juegan ahora cuando van a jugar». Así que, como no puedo evitar que le compren cosas, más de una vez me he echado a un lado y en vez de darle un regalo le he ingresado dinero en su cuenta o le he comprado acciones. Así le llega un regalo menos. O a veces he recogido varios regalos y le he dejado sólo un par para que juegue en ese momento. Cuando le das el resto tres meses después se ilusionan muchísimo y los disfrutan mucho más.

No sé tú, pero yo estoy convencido de que todo este tinglado consumista es especialmente perjudicial para los niños. Los estamos acostumbrando a un nivel de vida que ahora se aguanta porque estamos nosotros, pero es posible que en el futuro no tengan las mismas oportunidades. La precarización del mundo laboral y del estado del bienestar me hace pensar que la siguiente generación vivirá peor que a nuestra y, si no tienen ingresos pasivos para compensarlo, es posible que no puedan mantener el nivel de vida al que les estamos acostumbrando.

Por eso es bueno actuar en las dos líneas: no acostumbrarles a lujos excesivos e ir blindando su futuro mediante el ahorro y la inversión.

Conclusión


En el caso del dinero, si se quiere tomar decisiones correctas, Entre el ahorro compulsivo y el despilfarro inconsciente. Deja que la razón decida.está claro que controlar las emociones es lo más importante o, por lo menos, esa es la teoría. Por eso, incorporar el consumo responsable a tus rutinas es algo que no es sencillo. Cada vez que estés ante una decisión de compra es posible que tu entorno o cuestiones como tu prestigio social pesen demasiado en ella. Objetivamente no es malo. Todos tenemos necesidad de reconocimiento y nos gusta que nuestro entorno tenga buena opinión de nosotros. Y tampoco es malo ceder en algunas compras si, además de proporcionarnos prestigio social. son productos o servicios que nos hacen felices o que necesitamos. Cuidado, porque muchas veces disfrazamos una compra cuyo motivo real es el reconocimiento con la excusa de que la necesitamos o la utilizaremos.

El objetivo de este artículo era que interiorizases el consumo responsable como motor de decisión de tus compras y que aprendieses a identificar las compras responsables de las compras impulsivas. Es sencillo. Basta con preguntarte antes de comprar algo si lo necesitas, si lo usarás realmente y si te hará feliz, y responderte de manera lo más sincera y racional posible.

¡Que tengas buena caza!

Y si quieres saber más…

Si quieres saber más sobre el el ahorro lee esta página. Y si prefieres entrar en profundidad en algún tema concreto, aquí tienes monográficos sobre los diferentes aspectos del ahorro.



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